El nombre de perfume o perfumes proviene del latín "per", por y "fumare", a través del humo, haciendo referencia a la sustancia aromática que desprendía un humo fragante al ser quemado, usado para sahumar. En la actualidad, la palabra «perfume» se refiere al líquido aromático que usa una mujer o un hombre, para desprender olores agradables.
El término perfumería tiene cuatro acepciones,1 pudiendo referirse a un establecimiento comercial donde venden perfumes, al arte de fabricar perfumes, al conjunto de productos y materias de la industria del perfume, o al lugar donde se preparan los perfumes o se perfuman ropas o pieles.
La historia cuenta que Alejandro Magno era muy aseado, capaz de perfumar cualquier habitación con sólo el aroma de su cuerpo. En la Edad Media se fabricaron ungüentos con sustancias aromáticas, musgo incluido y después de un período de utilizar animales. En los siglos XVIII y XIX se volvió al agua de flores. El perfume está tan presente en la historia del hombre como cualquier héroe o leyenda.
Los aromas de la naturaleza han acompañado al ser humano siempre: las flores, el mar, los árboles... Ramón Planas i Buera del Museo del Perfume de Barcelona sostiene que todo comenzó en la prehistoria, el día que el hombre primitivo encendió una hoguera para calentarse o para alejar las fieras que pudieran acecharle y, por pura casualidad, encendió algunas ramas o resinas de un árbol y éstas comenzaron a desprender un olor agradable, un olor inédito que nunca antes había sentido nadie.“Quizás el hecho de encontrarla tan agradable y de que el humo se elevase directamente hacia el cielo, les hizo pensar en utilizarlo como ofrenda a las divinidades o a las fuerzas sobrenaturales que lo habitaban y que desde allí arriba regían sus frágiles destinos en la Tierra”. Los perfumes se han utilizado y se utilizan en rituales religiosos.
Año 3.500 a. C. En Sumeria, que era la civilización más avanzada y compleja del mundo en esa época; ellos fueron los que crearon el primer sistema de escritura del mundo, los primeros en usar instrumentos de bronce, los primeros en fabricar ruedas y contrariamente a lo que muchos suponen, fueron ellos y no los egipcios los que desarrollaron por primera vez ungüentos y perfumes. Cuando los arqueólogos encontraron el sepulcro de la reina Schubab de Sumeria, se sorprendieron bastante al hallar junto al cuerpo una cucharita y un pequeño frasco trabajado con filigrana de oro: la reina había guardado allí su pintura de labios. En la Epopeya de Gilgamesh (un poema asirio del año 2.300 a. C. que debió copiarse de textos acadios mucho más antiguos, a juzgar por la aparición de algunos de sus personajes en tablillas cuneiformes de la mitología sumeria, de donde debieron de ser extraídos y adaptados por los acadios) se encuentran muchas citas que hacen referencia a la perfumería y a la cosmética.
Egipto no tardó en tomar de los sumerios la idea de la escritura y, como no, todo lo referente a la cosmética. Los sacerdotes literalmente fumigaban sus oraciones con perfumes –que ellos mismos elaboraban-, empleando olores fortísimos que favorecían la elevación del espiritu: mirra, resina de terebinto, gálbano, olíbano, ládano... Los aceites perfumados, los ungüentos y las pinturas también formaban parte del rito: muy temprano por la mañana, cada sacerdote procedía al aseo de las estatuas divinas untándolas con ungüentos y maquillando sus rostros y los de las estatuas. Así creían obtener la protección de los dioses y se aseguraban el paso al más allá. Justamente esta creencia es la que explica la práctica del embalsamamiento: conservar intacto el cuerpo en sustancias imputrescibles y perfumadas para entrar así al cielo de los egipcios. A mediados del 400 a. C., Heródoto escribió sobre este tema: "Se empieza quitando el cerebro por los orificios de la nariz con un gancho de hierro inyectando en ellos drogas disolventes. A continuación, se realiza una incisión en los costados con una piedra de Etiopía cortante y se retira los intestinos que se limpian con vino de palma y se purifican con aromas molidos. Se llena el abdomen de mirra, de canela y de otros aromas y se vuelve a coser. Después se sumerge el cadáver en natrón donde se deja durante setenta días... Luego, se lava el cuerpo y se envuelve en finas bandas de lino recubiertas por una especie de goma..." Sirve para reflejar la importancia del perfume como sinónimo de pureza y exaltación divina (cuando se abrió la tumba del faraón Tutankamon se hallaron más de tres mil potes con fragancias que aún conservaban su olor a pesar de haber permanecido enterradas por más de 30 siglos). Las mujeres de la alta sociedad acostumbraban a ponerse debajo de las pelucas que habitualmente llevaban, unos conos fabricados con grasa de buey impregnada de diversos perfumes. Este pegote se iba fundiendo con el calor corporal y del ambiente al mismo tiempo que perfumaba el cuerpo de quien lo portaba. Ninguna civilización posterior hizo uso de él. Los chinos contribuyeron en gran parte del desarrollo y mercadeo.José -hijo de Jacob- fue vendido por sus hermanos a unos mercaderes de esencias -de las tierras de Galaad en Palestina- que viajaban a Egipto para vender sus productos. En su larga y forzada estadía en esa región, los israelíes aprendieron las técnicas de la elaboración de perfumes y ungüentos, y la primera referencia bíblica a ese respecto se centra en su finalidad religiosa o litúrgica: es el propio Moisés quien le encarga al Gran Sacerdote Aaron que cada mañana y cada atardecer queme incienso y le agregue partes iguales de esencias de nataf, ónix y junto al gálbano haga un perfume, quedando estrictamente prohibido el uso de esta mezcla para fines profanos. En su relato de la historia del pueblo de Israel, la Biblia está llena de citas sobre el uso de perfumes, como los consejos que Noemí da a su nuera Ruth en el uso de fragancias para agradar más aún a Both o cuando Judit se arregla y perfuma para seducir a Holofernes, encubriendo así su verdadero propósito de liberar al pueblo. El Cantar de los Cantares es una verdadera oda a la perfumería y los ungüentos.Para los griegos, todo lo bello, armonioso, proporcionado y estético era bueno y por ende de origen divino, así que a nadie puede extrañarle que atribuyeran a sus Dioses el regalo de los perfumes y los ungüentos... La rosa, antes blanca y sin olor, adquirió su color rojo el día que Venus se clavó una espina y derramó su sangre sobre ella. Y se volvió fragante al recibir un beso de Cupido. En otra ocasión en la que Venus huía de unos malvados sátiros, se escondió detrás de unas matas de mirto y en agradecimiento por no haber sido vista, le dio a los mirtos su fragancia tan característica. Los Dioses castigaron a Esmirna por su terrible pecado convirtiéndola en un árbol común y corriente, pero al verla llorar se conmovieron y la mutaron en árbol de mirra que llora resinas aromáticas. Los vendedores de perfumes griegos los anunciaban como fabricados con esencias provenientes directamente del Olimpo.
Pero el aporte más importante que los griegos hicieron a la perfumería fue el aplicar su arte a los frascos de cerámica utilizados para guardar los perfumes, piezas de arte que aun hoy son difíciles de igualar en belleza. Diseñaron siete formas para almacenar perfumes y los decoraron con animales mitológicos, figuras geométricas y escenas conmemorativas. El más conocido fue el lekytos, un frasco muy elegante y esbelto que llegó a ser tan popular que para referirse a alguien poco solemne, se decía que “no tenía ni un lekytos”. Pero no todos los griegos amaban el perfume… Sócrates los detestaba, afirmando que ningún hombre debía perfumarse, ya que una vez perfumados olía igual un hombre libre que un esclavo. Otro ejemplo de la democracia ateniense.
A través del Mediterráneo, los griegos exportaron sus costumbres desde el Cercano Oriente hasta España, y esto incluyó su amor por los perfumes. Así, los primeros perfumistas y barberos salieron de una colonia griega al sur de Italia y se instalaron en Roma en los tiempos de la República. Aunque en sus inicios Roma era un pueblo pobre y austero que se dedicaba principalmente a cuidar sus huertos y rebaños y secundariamente a defenderse de sus vecinos, las sucesivas victorias militares y una constante expansión unida al debilitamiento del poder etrusco, la convirtieron en una ciudad brillante y próspera, que pasó de la frugalidad a la opulencia.
La cosmética floreció en Roma como nunca antes había ocurrido en ningún lugar y así como ahora los productos de belleza pretenden venir de París, era muy “de nivel” decir que las fragancias llegaban desde Grecia (aun cuando no lo fueran…como ahora). Las damas romanas tenían una forma bastante particular de perfumarse: hacían llenar la boca de sus esclavas con perfumes para luego ser espurreadas en rostro y cuerpo. Una especie de vaporizador humano.
Pero en Roma no sólo las personas se perfumaban… Antes de la batalla o en los regresos victoriosos, se humedecían los estandartes de las legiones con fuertes fragancias y también era común perfumar salones, vestidos, teatros, armas y hasta los animales, sin mencionar cualquier ceremonia religiosa, casamiento o entierro. Se cuenta que el emperador Nerón -durante sus banquetes más selectos- hacía caer desde el techo miles de pétalos de las más variadas y exóticas flores a la vez que soltaba pájaros con sus alas embebidas en perfumes, para que la fragancia se esparciera durante el vuelo (recordemos que su mujer, Popea, amaba bañarse en leche de burra, obligando a trasladar durante sus viajes a casi trescientos de estos animales para ser ordeñados cada mañana).
El cristianismo trae consigo una regresión en la utilización de los perfumes y los cosméticos y la condena a las «artimañas del diablo" utilizadas por las mujeres para seducir a los hombres –como es obvio, nadie mencionó las artimañas de los hombres para seducir a las mujeres-. San Clemente de Alejandría autorizaba los baños, pero condenaba los establecimientos que de día y de noche se ocupaban de masajear, untar y depilar. San Jerónimo, San Cipriano y Tertuliano echaron espuma por la boca maldiciendo contra los ungüentos y perfumes pero, como siempre, las mujeres se salieron con la suya y no tardó en ponerse de moda morder delicadamente una ramita de mirto con el fin de mostrar así una bella dentadura: coquetería 1 – espiritualidad 0. De cualquier manera, es la Biblia quien vuelve a mostrarnos el uso extendido de la perfumería: en el Nuevo Testamento vemos la imagen de la hermana de Lázaro ungiendo los pies de Jesús con perfume o los tres Reyes Magos dejando incienso y mirra en el pesebre (es algo singular que tanto el nacimiento de Jesús como su muerte estén ligados con los perfumes: “…también vino Nicodemo, el que había ido de noche a ver a Jesús. Trajo como cien libras de Mirra perfumada y áloe. Envolvieron el cuerpo de Jesús con lienzos perfumados con esta mezcla de aromas, según la costumbre de enterrar a los judíos”. San Juan 19 39-40).
Los bizantinos son quienes recogen la antorcha dejada por los romanos en lo que respecta a los imperios; en el arte de la perfumería no sería arriesgado decir que superaron a la propia Roma (tal vez por el simple hecho de tener mano de obra con tradición perfumista o por contar con las materias primas más cerca). Aunque si de potencias hablamos, debemos darles todo el crédito a los árabes: ellos supieron asimilar y perfeccionar mejor que nadie los conocimientos de las culturas que los precedieron. Utilizando alambiques para destilar alcohol como soporte de las esencias, elaboraron refinados perfumes como el almizcle, la algalia y el Agua de Rosas, por nombrar los más amados y requeridos en toda la Edad Media. Mahoma, como todo buen árabe, amaba los perfumes y el mismo Corán promete a los fieles de corazón un paraíso perfumado y bellas hurís de ojos negros, hechas del más puro de los almizcles... (casi dan ganas de convertirse).
Los intercambios entre Oriente y Occidente se vieron favorecidos por las nefastas Cruzadas (1096-1291) y los mercaderes comenzaron a inundar el mundo conocido con nuevas fragancias y especias, además de poner otra vez de moda la buena costumbre de acompañar el aseo con aplicaciones perfumadas. Pero pronto veremos que las viejas mañas son difíciles de dejar a un lado.
Durante el Renacimiento se produjo una especie de redescubrimiento de la cultura greco-romana y, con la invención de la imprenta, numerosos tratados antiguos de perfumería fueron traducidos y publicados en francés e italiano, haciendo llegar a la población mil y un maneras de usar perfumes. Por desgracia, es en este período cuando se deja de lado a la higiene y se recurre a los perfumes para “no oler como carneros”. Es tan común entre las damas no bañarse como ponerse en las axilas y entre los muslos esponjas perfumadas. Como resulta evidente, la sarna estaba a la orden del día tanto para la plebe como entre los ricos y famosos (uno de los asistentes de Juana I de Castilla y Aragón, también conocida como la Loca, escribió en una de sus cartas: “las hijas de la reina mejoran poco a poco de su sarna”). Pero el puesto de honor entre los mugrientos lo tiene Enrique IV de Francia: no solamente no se lavaba nunca sino que además ni siquiera tenía por costumbre perfumarse. En su noche de bodas, su esposa estuvo a punto de desmayarse y cartas de sus amantes dejaron testimonios de las nauseas y vahídos que sufrieron al compartir su lecho. Pero parece que por lo menos se bañó una vez. Fue en el Sena, en donde antes de hacerlo, y a la vista de todos, orinó abundantemente. Y viendo que su hijo, el futuro Luis XIII, dudaba en meterse al agua, le dijo una célebre y paternal máxima que haría palidecer al mismo San Martín:
-Con confianza, báñate y no tengas miedo que más arriba del río otros habrán meado antes que yo.
Florencia y Venecia fueron las capitales del perfume. Al morir la alquimia en pos del nacimiento de la química, el arte de la perfumería evolucionó notablemente al mejorar la destilación y la calidad de las esencias. Empleando técnicas orientales, Venecia produjeron los primeros frascos de vidrio soplado, pero muchos vidrieros italianos emigraron a Alemania y Bohemia, encontrando ahí un cuarzo bastante duro que les permitió tallar, grabar, pulir y decorar sus envases. Dejaron a un lado el soplado y desarrollaron para el envasado nuevas técnicas.
Una curiosidad: la moda imponía el uso de guantes y estos indefectiblemente debían estar perfumados. Grasse, un pequeño pueblo al sur de Francia, los fabricaba en grandes cantidades y sus guanteros decidieron entonces perfumarlos ya en la fábrica. Para eso comenzaron con el cultivo de lavanda, jazmín, mimosa, naranjos, rosas… En la actualidad, Grasse cuenta con más de dos mil quinientos técnicos dedicados exclusivamente a la industria del perfume.
La Revolución Francesa estancó el mercado de los perfumes, por estar asociado íntimamente con la nobleza, con una excepción: una fragancia llamada “Guillotine” –de origen desconocido- que se puso de moda entre las ciudadanas. Pero esta etapa duró tan sólo doce años… La llegada de Napoleón marcó el final de la república francesa y el retorno de una nobleza distinta, pero nobleza al fin. A partir de este punto, los perfumes, antes en manos de artesanos y pequeños industriales, cobraron el fuerte impulso que convertiría a la perfumería en una de las industrias más dinámicas y lucrativas del mundo. Porque ya no sólo es la fragancia, también cuenta su frasco, el envoltorio y la publicidad. Pensemos en los millones y millones de dólares que recaudó el perfumista François Coty al unirse con el maestro vidriero René Lalique, quien también se llenó de oro al perfeccionar sus técnicas con el cristal y producir también frascos para Lubin, Orsay, Guerlain, Piver, Roger, Molinard, Gallet y Volnay. O las vidrierías Brosse que se ganaron la admiración del mundo a partir de los años 20 con el hermoso, sobrio y depurado frasco del Chanel nº 5 y la famosa bola negra del Arpége, de Jeanne Lanvin.
Material para lo divino… Objeto de seducción… La perfumería del siglo XXI no puede escapar a ciertas imposiciones. Si antes los catadores de fragancias (llamados “narices”) determinaban el rumbo de una moda, ahora ellos deben escuchar al departamento de marketing y bajar sus cabezas (o narices) a fin de seducir a un público cada día más mediatizado. ¿O cómo se explica en nuestro mercado la aparición de perfumes tan sobrios (¿?), estudiados (¡!) y exquisitos (¿!) como el de Antonio Banderas, Sofía Loren, Gabriela Sabatini ó Susana Giménez? Si el perfume del siglo XX se vio favorecido con el refinamiento en las técnicas químicas de los olores, este milenio deberá resistir cualquier facilismo y moda e incorporar nuevas tecnologías –como la genética- que se acoplen a los principios artísticos que heredamos de los viejos sumerios.
El perfume es una mezcla que contiene sustancias aromáticas, pudiendo ser éstas aceites esenciales naturales o esencias sintéticas; un disolvente que puede ser sólido o líquido (alcohol en la mayoría de los casos) y un fijador, utilizado para proporcionar un agradable y duradero aroma a diferentes objetos pero, principalmente al cuerpo humano.
Los aceites esenciales son sustancias orgánicas, líquidas aunque algunas veces sólidas, de olor y sabor acres, irritantes e incluso cáusticas. Pueden destilarse sin descomposición, no son miscibles en el agua pero son solubles en alcohol y éter. No tienen el tacto graso y untuoso de los aceites fijos y no dan jabón. Disuelven los cuerpos grasos, la cera y las resinas.
Su composición química es variadísima; a menudo encierran hidrocarburos de fórmula C10H16 o un múltiplo o submúltiplo y un compuesto oxigenado o alcanfor. Algunos contienen éteres, alcoholes, fenoles; otros, contienen azufre. Existen en todos los órganos de las plantas pero especialmente en las hojas y en las flores.
La mayor parte de las esencias ya existen completamente formadas en la planta o vegetal; sin embargo, otras no preexisten sino que se forman por la acción del agua sobre determinadas partes del vegetal por cuya acción se combinan ciertos elementos que se encuentran en las células y determinan la formación de la esencia.2
Los fijadores que aglutinan las diversas fragancias incluyen bálsamos, ámbar gris y secreciones glandulares de ginetas y ciervos almizcleros (estas secreciones sin diluir tienen un desagradable olor, pero en solución alcohólica actúan como conservantes). En la actualidad, estos animales están protegidos en muchos países, por lo que los fabricantes de perfumes utilizan almizcle sintético.
La cantidad de alcohol depende del tipo de preparación al que vaya dirigido. Normalmente, la mezcla se deja envejecer un año.
Los aceites esenciales se extraen de los vegetales que los contienen formados o que contienen los elementos para su formación. Su extracción industrial tiene gran importancia; existen distintos procedimientos:
Destilación. Este método es el más empleado especialmente para flores, plantas y hierbas, tales como la lavanda, rosas, alhucema, tomillo, sándalo, mimosa, etc. Para ello, se emplea un alambique de cavidad bastante grande. La parte del vegetal que contiene la esencia (raíz, hojas, flores, corteza (árbol), etc.) se machaca y se introduce en el alambique. Es conveniente no poner la materia en contacto directo con la caldera; por este motivo se coloca en sacos o en un vaso en forma de criba que se dispone en el centro de la cucúrbita. Se añade el agua suficiente para que la materia esté completamente bañada y al cabo de algunas horas de maceración se procede a la destilación. El aceite esencial es arrastrado por el vapor de agua, aunque su punto de ebullición en general es muy superior a 100º. Los productos de la destilación son recogidos en un vaso en el que se separan fácilmente el agua y la esencia. Para las esencias más ligeras se dispone del llamado recipiente florentino. La esencia va a la parte superior y se acumula en el recipiente mientras que el agua se escapa por un tubo encorvado que nace de la base del recipiente. Para las esencias más pesadas se usa otro tipo de probeta en la que se deposita el líquido en la base y el agua escapa en altura. En todos los casos, el agua que sale arrastra un poco de esencia en disolución o en suspensión. Esta agua retorna al alambique para aprovecharla en operaciones sucesivas.
Expresión. Otro procedimiento extractivo es la expresión; muy conveniente en la cidra, la naranja y la bergamota. Cuando el fruto es abundante, se exprime para recoger el aceite.
Enfleurage. El procedimiento extractivo de disolución sirve para ciertas flores delicadas; utilizando para esto ciertas sustancias grasas que tienen la propiedad de absorber los perfumes por contacto. Si se procede a la temperatura ordinaria, la operación se llama enfleurage como ocurre con la vara de Jesé y el jazmín. Consiste en impregnar las sustancias aromáticas en grasa y después extraer el aceite oloroso con alcohol. También se utilizan compuestos químicos aromáticos.
Maceración. Cuando se procede por maceración es necesario colocar las flores en unas grandes calderas manteniéndolas sumergidas a fin de que suelten el olor.
Existen diferentes tipos de perfumes, según su intensidad aromática:
Perfume: la forma más concentrada, entre el 15-40% de esencia aromática.
Eau de Perfume (EdP): concentración del ~15%.
Agua de baño, más conocida como Eau de Toilette (EdT): concentración del 7-15% (~10%).
Agua de colonia, Eau de Cologne (EdC): la misma concentración que el anterior pero con aromas cítricos predominantemente: sólo un 3-6% (~5%) de concentrados.
Splash perfumes (EdS): ~1% de concentrados.
Al aplicarse el perfume sobre la piel, el calor del cuerpo evapora el disolvente, permaneciendo las sustancias aromáticas, que se disipan gradualmente durante varias horas.
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domingo, 14 de agosto de 2011
En indumentaria, el pendiente, zarcillo, arete o aro, es un objeto que sirve para adornar el cuerpo y se suele situar en las orejas. Existen varios tipos de pendientes, de diferentes materiales y formas. En la parte exterior del pendiente se encuentra el elemento decorativo, y se conecta con la parte interior de la oreja mediante un pequeño aro, que es sujetado por una rosca (mariposa), normalmente. El uso de los pendientes es solamente ornamental y se utiliza no sólo en las orejas, sino por todo el cuerpo.
Con la forma de simple arete el pendiente se ha encontrado en sepulturas de la Edad de bronce y consta que se usaba entre algunos pueblos antiguos como adorno de la nariz, perforando el cartílago central. El arete con su colgante figuraba a menudo en los relieves de personajes asirios pero no se observa en los de Egipto donde parece que no estuvieron muy en boga los pendientes. No obstante, se han encontrado preciosos ejemplares en tumbas de princesas de las dinastías XII y XIII y de faraones de la XX entre otros. De egipcios y asirios copiaron la forma los fenicios, hebreos y otros pueblos orientales. La misma costumbre adoptaron los griegos y romanos, labrando pendientes de singular riqueza con aretes de oro y colgantes de perlas, gemas y pequeñas cabezas de metal siendo su uso propio de las mujeres, como en los demás países de Occidente. Sin embargo, solían llevar pendientes también los niños de Atenas y Roma aunque sólo en una oreja.Con el nombre de arracadas se distinguen los pendientes completos, y más especialmente los de grandes dimensiones. Los llevaron de este tipo y de forma circular muchos pueblos antiguos como los egipcios, asirios, fenicios, etruscos, celtas e iberos. De estos últimos, son buena prueba algunas estatuas como la famosa de la Dama de Elche y quizás tuvieran el mismo destino muchas de las placas en forma de disco de bronce repujado halladas en sepulturas celtíberas. De labor fenicia con reminiscencias asirias son las magníficas arracadas de oro halladas en el Tesoro de Aliseda. Los árabes en España usaron también grandes pendientes con multitud de colgante a imitación de los cuales los llevaron las damas de varias regiones incluso en la Edad Moderna.
Algunas culturas utilizan los pendientes como amuleto protector, para impedir que los malos espíritus se introduzcan en el cuerpo a través de los oídos.Actualmente el uso de los pendientes no queda restringido solamente a las orejas. En la actualidad también se extiende la posibilidad de ponerse pendientes por todo el cuerpo: en varios lugares de las orejas, en el ombligo, en las cejas, en la nariz, en la lengua, en el labio, etc. Esta técnica se denomina piercing.
Con la forma de simple arete el pendiente se ha encontrado en sepulturas de la Edad de bronce y consta que se usaba entre algunos pueblos antiguos como adorno de la nariz, perforando el cartílago central. El arete con su colgante figuraba a menudo en los relieves de personajes asirios pero no se observa en los de Egipto donde parece que no estuvieron muy en boga los pendientes. No obstante, se han encontrado preciosos ejemplares en tumbas de princesas de las dinastías XII y XIII y de faraones de la XX entre otros. De egipcios y asirios copiaron la forma los fenicios, hebreos y otros pueblos orientales. La misma costumbre adoptaron los griegos y romanos, labrando pendientes de singular riqueza con aretes de oro y colgantes de perlas, gemas y pequeñas cabezas de metal siendo su uso propio de las mujeres, como en los demás países de Occidente. Sin embargo, solían llevar pendientes también los niños de Atenas y Roma aunque sólo en una oreja.Con el nombre de arracadas se distinguen los pendientes completos, y más especialmente los de grandes dimensiones. Los llevaron de este tipo y de forma circular muchos pueblos antiguos como los egipcios, asirios, fenicios, etruscos, celtas e iberos. De estos últimos, son buena prueba algunas estatuas como la famosa de la Dama de Elche y quizás tuvieran el mismo destino muchas de las placas en forma de disco de bronce repujado halladas en sepulturas celtíberas. De labor fenicia con reminiscencias asirias son las magníficas arracadas de oro halladas en el Tesoro de Aliseda. Los árabes en España usaron también grandes pendientes con multitud de colgante a imitación de los cuales los llevaron las damas de varias regiones incluso en la Edad Moderna.
Algunas culturas utilizan los pendientes como amuleto protector, para impedir que los malos espíritus se introduzcan en el cuerpo a través de los oídos.Actualmente el uso de los pendientes no queda restringido solamente a las orejas. En la actualidad también se extiende la posibilidad de ponerse pendientes por todo el cuerpo: en varios lugares de las orejas, en el ombligo, en las cejas, en la nariz, en la lengua, en el labio, etc. Esta técnica se denomina piercing.
Pulseras
Una pulsera es un elemento decorativo, generalmente de forma cilíndrica que se suele poner en las muñecas de las manos aunque también hay modelos fabricados para los pies.Antes se utilizaban pulseras de oro, lo que representaba el gran poder económico de sus dueños. Con el paso del tiempo han ido evolucionando y se han fabricado de distintas formas y con diferentes elementos. Cuando las pulseras van unidas también se las denomina esclavas y cuando éstas son sólidas y con forma de cilindro más amplio, reciben el nombre de brazalete.
Existen gran variedad de pulseras, hay personas que utilizan pulseras de un determinado material y/o colores como las de hilos, se dice que es para atraer la buena suerte a su portador.
Según su composición:
De metal normalmente precioso como el oro o la plata, de fantasía, de madera, o de hilo.
Según donde se usen:
En las manos y en los pies. Véase también: Pulsera tejida
Existen gran variedad de pulseras, hay personas que utilizan pulseras de un determinado material y/o colores como las de hilos, se dice que es para atraer la buena suerte a su portador.
Según su composición:
De metal normalmente precioso como el oro o la plata, de fantasía, de madera, o de hilo.
Según donde se usen:
En las manos y en los pies. Véase también: Pulsera tejida
Collares
El collar es un complemento en forma de sarta o cadena que rodea el cuello o parte superior del pecho como adorno. También se ha utilizado como prenda de distinción ya sola, ya aumentada con alguna cruz o medalla propia de condecoraciones.
El collar puede tener una existencia más remota que otros complementos comunes como el anillo y el brazalete pues se ha encontrado en antiquísimas sepulturas prehistóricas de la época paleolítica, como las cuentas de collar hechas con conchas de Nassarius gibbosulus o Nassarius kraussianus hallados en el abrigo rocoso de Skuhl (Israel),1 Oued Djebbana (Argelia),1 Cueva de las Palomas (Marruecos)2 o cueva Blombos (Sudáfrica),3 con unas cronologías que van más allá de los cien mil años de antigüedad en el primer caso, noventa mil en el segundo, ochenta y dos mil en el tercero y unos setenta y cinco mil en el cuarto.
Se le ha considerado normalmente como adorno de mujeres, pero lejos de ser exclusivo, han usado de él también los varones en los pueblos indígenas y en las civilizaciones antiguas de Oriente y Egipto (apenas en las de Grecia) en las de Etruria y Roma, en el Imperio bizantino y algo en el Occidente medieval (por lo menos, en el siglo XIV), cesando en Europa desde el siglo XV para los hombres, salvo para uso como condecoración honorífica.
Los collares prehistóricos de la Edad de piedra consisten siempre en sartas de conchas, huesecillos, dientes y piedrecillas. Los de la Edad de los metales agregan a los anteriores elementos algunas cuentas de oro y cobre, de barro cocido y de pasta vítrea o bien se transforman en torques (collares rígidos) a manera de trenzas y de argollas o se componen de cerquillos metálicos de los cuales penden pequeñas anillas del mismo material. De todas las formas indicadas, se han exhumado ejemplares preciosos en diferentes sepulturas prehistóricas, ibéricas y celtíberas de España entre los cuales ofrece no poco interés por su simbolismo el collar de diferentes piezas de barro cocido que se halló en una sepultura de la necrópolis celtibérica de Navafría, en Clares (Guadalajara, hoy en día en el M.A.N.).
En las diferentes civilizaciones históricas de la antigüedad el tipo más común de esta prenda consistía en una cinta o cadenilla de metal precioso con colgantes artísticos, según el estilo de cada país sin que falten las sartas de perlas desde la civilización prehelénica o de cuentas de vidrio y de piedras preciosas o de series repetidas de dichos objetos formando un collar variado como el osk de la civilización egipcia. En la Edad Media siguió una tendencia parecida prevaleciendo el uso de cadenillas que daban varias vueltas y que en la civilización bizantina llevaban pendiendo medallas o monedas de oro y pedrería ye en la arábiga, piezas con filigranas.
El collar puede tener una existencia más remota que otros complementos comunes como el anillo y el brazalete pues se ha encontrado en antiquísimas sepulturas prehistóricas de la época paleolítica, como las cuentas de collar hechas con conchas de Nassarius gibbosulus o Nassarius kraussianus hallados en el abrigo rocoso de Skuhl (Israel),1 Oued Djebbana (Argelia),1 Cueva de las Palomas (Marruecos)2 o cueva Blombos (Sudáfrica),3 con unas cronologías que van más allá de los cien mil años de antigüedad en el primer caso, noventa mil en el segundo, ochenta y dos mil en el tercero y unos setenta y cinco mil en el cuarto.
Se le ha considerado normalmente como adorno de mujeres, pero lejos de ser exclusivo, han usado de él también los varones en los pueblos indígenas y en las civilizaciones antiguas de Oriente y Egipto (apenas en las de Grecia) en las de Etruria y Roma, en el Imperio bizantino y algo en el Occidente medieval (por lo menos, en el siglo XIV), cesando en Europa desde el siglo XV para los hombres, salvo para uso como condecoración honorífica.
Los collares prehistóricos de la Edad de piedra consisten siempre en sartas de conchas, huesecillos, dientes y piedrecillas. Los de la Edad de los metales agregan a los anteriores elementos algunas cuentas de oro y cobre, de barro cocido y de pasta vítrea o bien se transforman en torques (collares rígidos) a manera de trenzas y de argollas o se componen de cerquillos metálicos de los cuales penden pequeñas anillas del mismo material. De todas las formas indicadas, se han exhumado ejemplares preciosos en diferentes sepulturas prehistóricas, ibéricas y celtíberas de España entre los cuales ofrece no poco interés por su simbolismo el collar de diferentes piezas de barro cocido que se halló en una sepultura de la necrópolis celtibérica de Navafría, en Clares (Guadalajara, hoy en día en el M.A.N.).
En las diferentes civilizaciones históricas de la antigüedad el tipo más común de esta prenda consistía en una cinta o cadenilla de metal precioso con colgantes artísticos, según el estilo de cada país sin que falten las sartas de perlas desde la civilización prehelénica o de cuentas de vidrio y de piedras preciosas o de series repetidas de dichos objetos formando un collar variado como el osk de la civilización egipcia. En la Edad Media siguió una tendencia parecida prevaleciendo el uso de cadenillas que daban varias vueltas y que en la civilización bizantina llevaban pendiendo medallas o monedas de oro y pedrería ye en la arábiga, piezas con filigranas.
sábado, 13 de agosto de 2011
Anillos
El anillo o sortija es un aro con más o menos decoración que se utiliza como adorno de los dedos de las manos. El anillo completo se compone de tres partes:
el aro
el chatón o parte más o menos plana
la gema o piedra preciosa (colocada sobre el chatón) la cual a menudo se sustituye por vidrios o esmaltes de menor categoría que intentan imitarla, o por un grabado hueco que servía de sello para autentificar documentos.
La gema suele estar decorada con entalles o relieves y cuando no existe, el chatón lleva, por lo general, letras o figuras grabadas. Por la forma de las figuras que ostentan el chatón o la gema se reconoce la procedencia del anillo.
El anillo viene utilizándose como adorno de la mano en toda clase de personas ya desde el antiguo imperio egipcio, según lo han revelado los hallazgos realizados en sus tumbas. No parece que fuera conocido por los caldeos y asirios pero sí por los persas, fenicios, griegos, etruscos, romanos y demás pueblos occidentales, y hasta se ha encontrado aunque en forma muy sencilla en sepulturas prehistóricas de la primera edad de los metales. El material empleado en los anillos ha sido por lo común el oro, la plata, el bronce y el hierro, sin que hayan faltado anillos de marfil, de ámbar y vidrio. En ocasiones, los fabricados con materiales menos nobles se hallan recubiertos por una lámina de oro.
Pero no debe olvidarse que en la Edad Media fue muy común decorar anillos y otros objetos de orfebrería con gemas que pertenecieron a la civilización griega o romana y en tales objetos la forma del anillo y la ornamentación que pueda llevar serán datos importantes para descubrir su origen. En los anillos que se hicieron por los cristianos de los primeros siglos y de los que se han hallado numerosos ejemplares en las Catacumbas, se conoce su origen por los símbolos cristianos y las inscripciones que ostentan. Posteriormente, la Iglesia los adoptó para uso de los prelados.
No siempre se destinaron los anillos a ser ornamento de la mano, sino que, a menudo sirvieron exclusivamente para sellar y otras veces se aprovecharon para suspenderlos en los collares o para moneda o bien como objeto simbólico, de distinción y como superstición. Ni en todos los pueblos ha sido uniforme y libre la costumbre de adornarse las personas con anillos pues mientras que las tribus indígenas los han llevado hasta en los dedos de los pies, otros pueblos se los ponían únicamente en la mano derecha o en ambas manos, ya en todos los dedos ya en el dedo medio o en el anular tan sólo.
Entre los romanos fue privativo de las clases nobles o distinguidas el uso de anillos de oro hasta que Septimio Severo, a finales del siglo II lo concedió al ejército y posteriormente, Alejandro Severo lo extendió a todo ciudadano romano.
En los primeros tiempos de la república, los senadores llevaban un anillo de hierro y los embajadores otro de oro. En Venecia, creyéndose los dux ser dueños y esposos del mar, renovaban todos los años sus esponsales arrojando al Adriático el día de la Ascensión un anillo de oro. La entrega de un anillo entre los árabes equivale a una promesa de matrimonio. Los romanos llevaban el anillo en la mano izquierda, los hebreos en la derecha, los griegos en la izquierda, precisamente en el dedo que hoy llamamos anular y los galos y bretones en el dedo medio. Los soldados cartagineses llevaban un anillo por cada campaña. Fue signo de esclavitud y se aplicaba como castigo.
el aro
el chatón o parte más o menos plana
la gema o piedra preciosa (colocada sobre el chatón) la cual a menudo se sustituye por vidrios o esmaltes de menor categoría que intentan imitarla, o por un grabado hueco que servía de sello para autentificar documentos.
La gema suele estar decorada con entalles o relieves y cuando no existe, el chatón lleva, por lo general, letras o figuras grabadas. Por la forma de las figuras que ostentan el chatón o la gema se reconoce la procedencia del anillo.
El anillo viene utilizándose como adorno de la mano en toda clase de personas ya desde el antiguo imperio egipcio, según lo han revelado los hallazgos realizados en sus tumbas. No parece que fuera conocido por los caldeos y asirios pero sí por los persas, fenicios, griegos, etruscos, romanos y demás pueblos occidentales, y hasta se ha encontrado aunque en forma muy sencilla en sepulturas prehistóricas de la primera edad de los metales. El material empleado en los anillos ha sido por lo común el oro, la plata, el bronce y el hierro, sin que hayan faltado anillos de marfil, de ámbar y vidrio. En ocasiones, los fabricados con materiales menos nobles se hallan recubiertos por una lámina de oro.
Pero no debe olvidarse que en la Edad Media fue muy común decorar anillos y otros objetos de orfebrería con gemas que pertenecieron a la civilización griega o romana y en tales objetos la forma del anillo y la ornamentación que pueda llevar serán datos importantes para descubrir su origen. En los anillos que se hicieron por los cristianos de los primeros siglos y de los que se han hallado numerosos ejemplares en las Catacumbas, se conoce su origen por los símbolos cristianos y las inscripciones que ostentan. Posteriormente, la Iglesia los adoptó para uso de los prelados.
No siempre se destinaron los anillos a ser ornamento de la mano, sino que, a menudo sirvieron exclusivamente para sellar y otras veces se aprovecharon para suspenderlos en los collares o para moneda o bien como objeto simbólico, de distinción y como superstición. Ni en todos los pueblos ha sido uniforme y libre la costumbre de adornarse las personas con anillos pues mientras que las tribus indígenas los han llevado hasta en los dedos de los pies, otros pueblos se los ponían únicamente en la mano derecha o en ambas manos, ya en todos los dedos ya en el dedo medio o en el anular tan sólo.
Entre los romanos fue privativo de las clases nobles o distinguidas el uso de anillos de oro hasta que Septimio Severo, a finales del siglo II lo concedió al ejército y posteriormente, Alejandro Severo lo extendió a todo ciudadano romano.
En los primeros tiempos de la república, los senadores llevaban un anillo de hierro y los embajadores otro de oro. En Venecia, creyéndose los dux ser dueños y esposos del mar, renovaban todos los años sus esponsales arrojando al Adriático el día de la Ascensión un anillo de oro. La entrega de un anillo entre los árabes equivale a una promesa de matrimonio. Los romanos llevaban el anillo en la mano izquierda, los hebreos en la derecha, los griegos en la izquierda, precisamente en el dedo que hoy llamamos anular y los galos y bretones en el dedo medio. Los soldados cartagineses llevaban un anillo por cada campaña. Fue signo de esclavitud y se aplicaba como castigo.
Pintaúñas (esmalte de uñas)
Un esmalte de uñas o pintaúñas es un cosmético que tiene como objetivo pintar las uñas de los dedos (principalmente de las manos) a través de una laca coloreada. En general los productos cosméticos de este tipo son compuestos orgánicos con contenido de nitrocelulosa,tolueno, formaldehído entre otros. Es común el agregado de perlas y otros tipos de brillos, propios de la industria del cotillon.
Fue inventado en 1924, como laca de uñas con color, y a partir de ese momento se terminó con la moda de llevar las uñas naturales.
El esmalte de uñas se remueve con quitaesmalte, y antiguamente con acetona (aunque aún en la actualidad se utiliza).
Hay algunos trucos para preservar el esmalte de uñas en buenas condiciones y hacer que nos duren más tiempo. Los esmaltes suelen deteriorarse casi sin razón, y esto se debe a la oxidación propia de su contacto con el aire, incluso en los pocos momentos en los que mantenemos los frascos destapados, al pintar nuestras uñas de manos y pies. Esto será inevitable, ya que el pincel necesita estar en constante movimiento, entrando y saliendo de este contenedor, lo que hace imposible mantenerlo tapado.
Por eso, sigue estos trucos para mantener tus esmaltes en buenas condiciones y aprovecharlos al máximo:
El primer consejo para la preservación del esmalte de uñas, se refiere a la temperatura. Procura guardar todos tus esmaltes en un lugar fresco... incluso: dentro de la heladera. El calor provee un ambiente óptimo para el deterioro del esmalte, en especial aquellos que no sean de excelente calidad, y vas a notar que el producto se separa y forma grumos. Así, el frío previene estos desagradables sucesos.
No los dejes reposar por demasiado tiempo. Aunque se trate de un color que no utilices a menudo, cada tanto (por ejemplo, una o dos veces a la semana) agita los frascos, haciéndolos girar sobre su eje, y luego haciéndolos girar de cabeza. Esto hará que los componentes se mantengas unidos y en buenas condiciones.
Para reutilizar aquellos esmaltes de uñas que ya están un poco deteriorados y resecos, necesitas colocar algunas gotas de alcohol dentro del envase, con cuidado. No superes la capacidad de 1/5 del envase, ya que de lo contrario el barniz quedaría demasiado diluido. Luego, cierras bien el frasquito y agitas vigorosamente, para que ambos componentes se mezclen.
Finalmente, un consejo para su aplicación: para evitar desperdiciar producto, antes de colocarte el barniz de uñas pásales quitaesmaltes, límpialas bien de los restos del producto anterior, y luego lávalas cuidadosamente con agua y jabón. Una vez secas, recién ahí puedes aplicar el esmalte nuevo, sin desperdicios.
Fue inventado en 1924, como laca de uñas con color, y a partir de ese momento se terminó con la moda de llevar las uñas naturales.
El esmalte de uñas se remueve con quitaesmalte, y antiguamente con acetona (aunque aún en la actualidad se utiliza).
Hay algunos trucos para preservar el esmalte de uñas en buenas condiciones y hacer que nos duren más tiempo. Los esmaltes suelen deteriorarse casi sin razón, y esto se debe a la oxidación propia de su contacto con el aire, incluso en los pocos momentos en los que mantenemos los frascos destapados, al pintar nuestras uñas de manos y pies. Esto será inevitable, ya que el pincel necesita estar en constante movimiento, entrando y saliendo de este contenedor, lo que hace imposible mantenerlo tapado.
Por eso, sigue estos trucos para mantener tus esmaltes en buenas condiciones y aprovecharlos al máximo:
El primer consejo para la preservación del esmalte de uñas, se refiere a la temperatura. Procura guardar todos tus esmaltes en un lugar fresco... incluso: dentro de la heladera. El calor provee un ambiente óptimo para el deterioro del esmalte, en especial aquellos que no sean de excelente calidad, y vas a notar que el producto se separa y forma grumos. Así, el frío previene estos desagradables sucesos.
No los dejes reposar por demasiado tiempo. Aunque se trate de un color que no utilices a menudo, cada tanto (por ejemplo, una o dos veces a la semana) agita los frascos, haciéndolos girar sobre su eje, y luego haciéndolos girar de cabeza. Esto hará que los componentes se mantengas unidos y en buenas condiciones.
Para reutilizar aquellos esmaltes de uñas que ya están un poco deteriorados y resecos, necesitas colocar algunas gotas de alcohol dentro del envase, con cuidado. No superes la capacidad de 1/5 del envase, ya que de lo contrario el barniz quedaría demasiado diluido. Luego, cierras bien el frasquito y agitas vigorosamente, para que ambos componentes se mezclen.
Finalmente, un consejo para su aplicación: para evitar desperdiciar producto, antes de colocarte el barniz de uñas pásales quitaesmaltes, límpialas bien de los restos del producto anterior, y luego lávalas cuidadosamente con agua y jabón. Una vez secas, recién ahí puedes aplicar el esmalte nuevo, sin desperdicios.
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